Muchas plantas son capaces de crear biomoléculas con procesos más o menos complejos en función de su desarrollo evolutivo. Las crean con muchísimos objetivos: disuadir a animales que podrían ser amenazantes, incentivar la llegada de insectos para que sean polinizadas, resistir el ataque de hongos en épocas de mucha humedad, aguantar el embate del calor de verano… Las estrategias pueden llegar a ser tan complejas como la propia interacción de la vida con el medio.

Los aromas representan todo un grupo bioquímico que tienen en común su alta volatilidad. De ahí que el reino animal sea capaz de percibirlas tan bien a través del sentido del olor. Además, el pequeño tamaño molecular de los aromas es estratégico a la hora de metabolizarse en terceros, afectando a las pautas de conducta a través del sistema nervioso y condicionando o perjudicando a otros grupos biológicos con su acción atmosférica. Los aceites esenciales son la esencia de la planta y se obtienen habitualmente al realizar una destilación por corriente de vapor con la ayuda de un alambique.

Los aceites esenciales poseen numerosas acciones farmacológicas, por lo que constituyen la base de la aromaterapia, además pueden ser utilizados en perfumería, cosmética e industria de la alimentación. Los aceites esenciales cuando son de calidad y se utilizan de manera adecuada permiten acceder al mundo de la aromaterapia. Además, hay otras tantas disciplinas afines a los aceites esenciales: cosmética, perfumería, alta cocina o repostería.

La calidad de los aceites esenciales es algo imprescindible sea cual sea la utilización que se les quiera dar: uso alimenticio, fragancia ambiental, cosmético o como activo terapéutico.